La Convención buscando Macondo
Padre Hugo Tagle@HugoTagle
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Padre Hugo Tagle
Unos amigos, en los años ochenta, cuando se viajaba mapa en mano, partieron a conocer Colombia. Volvieron fascinados con sus playas, gente, comida y paisajes. Pero decepcionados porque no encontramos a Macondo. “Preguntamos en todos lados y nos dijeron que no existían”.
El célebre pueblo del mundo mágico de García Márquez, y quizás la ciudad más conocida de Colombia, simplemente no existe. No es la primera vez que ocurre. Sé de gente que llega a Inglaterra preguntando por la Tierra Media. En Londres, cortaron por lo sano y crearon una entrada al andén 9 y ¾ para ingresar a la plataforma ficticia de trenes del mundo de Harry Potter.
Los mundos fantásticos que nos ofrecen la literatura son fascinantes. Pero es literatura. Sin realidad.
Me acordé de esto al leer la ácida, pero certera crítica de José Meza, premio nacional de ciencias: “Los constituyentes quieren inventar un país imaginario”.
Siguió con atención a los más entusiastas dentro y fuera de la Convención. He buscado empaparme de un sano y honesto optimismo –no tengo por qué desconfiar de que los entusiastas no creen en lo que dicen - para acentuar el lado bueno y lo que sería un genuino anhelo de responder a las demandas ciudadanas. “Esperen al producto final” nos han repetido, con un tono ya algo triste y dubitativo. Se ha hablado de “aumentar los plazos” para ver si así, el resultado es coherente y convincente. En fin, la esperanza es lo último que se pierde.
Pero, la verdad, por los borradores oficiales que circulan, todo lo alcanzado no es más que restricciones a la libertad, más Estado y burocracia, una suerte de atomización de la sociedad en compartimientos casi excluyentes unos de otros.
Lo más decepcionante han sido los convencionales de los pueblos originarios. Una lástima que no hayan sabido ganarse la simpatía y adhesión de sus pueblos, que debieron haber corrido en masa a apoyarlos. No fue así y no se ve que el apoyo de sus bases haya aumentado. Pero peor aún, antes que aspirar a una integración, los constituyentes indígenas parecieran querer condenar a un ghetto a sus etnias, donde solo una élite tenga poder y palabra.
Las demandas sociales han sido por mayor seguridad y orden público, mejoras en la salud y pensiones, mejor educación. No hay nada de eso en el debate constitucional. Pero muchas de las ideas debatidas podrían encontrar espacio en leyes especiales.
Como se ha repetido, no se necesita una nueva Constitución para responder a las demandas del pueblo. Estamos en democracia. En el plebiscito de salida, la gente tendrá la última palabra; y será en el Chile real, no en Macondo.